Caminando por las calles de Montevideo, eran poco mas de las 00hrs, mi mente a cual costumbre, no estaba viviendo a la par de lo que preocupaba a las demás. Era lunes, quizás martes, arboles y edificios, gente que pasaba tal vez intentando llegar con prisa a su hogar y gente que el reloj no pareciera importarle y que habían hecho de la acera su sobremesa.
Son las 00:10, un nuevo día comienza a rodar, sigo caminando con ansias de llegar pero no me apresuro. Comienza a razonar una vieja melodía, me sumerjo en ella y siento que todo mi cuerpo camina a su compas, observo hacia atrás y hacia los innumerables balcones que indican el camino a seguir, estaba en lo justo, esos sonidos no provenían sino mas de mi mismo.
Al seguir mi recorrido un perro capta toda mi atención, tenía una pata rota producto quizás de ser atropellado o simplemente tal vez fuese secuela de una vida que seguramente no hubiera elegido, su aspecto me lo decía.
El recorrido se hacía cada vez más corto
-ya falta poco. Me dije a mi mismo pero sentí que una voz interrumpía mis pensamientos con cierto aire dejavu, quizás el tictac del reloj seguía su curso pero algo se detuvo en mí. A lo lejos, posiblemente 3 o 4 cuadras por detrás se alzaba una voz grave y ronca que recitaba la misma canción que hacia un tiempito sonaba dentro de mí. Una suerte de cantor callejero al que seguramente muchos habrían de catalogar de loco y más aun por esas horas.
Un minuto después Introduzco la llave en el ojo de la cerradura y me percato que esa voz ya no esta tan cerca, no sé qué rumbo pudo haber tomado, pero seguro que nuestros caminos se volverán a cruzar...
¡¡¡Gonzalo!!!!
ResponderEliminarVi tu comentario en mi blog. ¡Qué bueno que has vuelto a escribir!
Bueno, me tenés como lector.
Me gustó mucho además el nombre, eso de "el cine de mi barrio"... Es una cosa que se ha perdido, dicen, ¿no?
Un abrazo grande.